Todo el mundo estaba espectante, habían esperado ese día desde hace mucho tiempo: por fin la crisálida iba a abrirse.
Cuando comenzó a resquebrajarse todos miraron dentro y para su sorpresa, vieron horrorizados que nada surgió de su interior. Frente a ellos solo quedo el cascarón, inmovil recordatorio de esa familiar sensación que les invadia cada mañana frente al espejo.