2017/02/19

Desvarios

Mi cuerpo flota en la nada que es mi vacio existencial, allí nadie puede oir mis gritos de auxilio. La inercia es la única energía que se puede observar y la nostalgia condiciona el resto de sensaciones con puño de hierro.
    Soy un animal herido, un juguete roto al fondo del arcón con el que nadie juega. Un extraterrestre incapaz de ser feliz en este mundo extraño, que en lugar de vivir subsisto entre carcasas huecas, capaz de encontrar un oasis solo cuando enajeno mi conciencia para alejarme del dolor.

      La vanalidad el canto de sirena que me guia  hacia las rocas y los restos de mi amor propio la soga que me mantiene atado al mastil. Sería tan sencillo dejarse morir, tan simple... Y es que estoy cansado de ser una suerte de Ulises sin un Ítaca, carente de objetivos más allá de no dejarme caer.

      La belleza está mancillada con una pátina de amargura hasta el punto de quedar irreconocible y la esperanza se oculta junto a ella pues van de la mano.
Por eso solo me queda esta espiral de crapulencia y autodestrucción así, al menos, amenizo el viaje.