El tiempo es una fuerza que no respeta nada ni nadie, afecta de igual forma al rico como al pobre, al fuerte como al débil y de esta misma forma, también influye en la memoria.
Y es que el paso del tiempo me hace dudar de mis recuerdos. ¿Tan dulces fueron sus labios o tan suave el tacto de su piel?
Es el mismo tiempo que erosiona nuestros cuerpos el que construyó el altar donde estás. A pesar de que Einstein ya nos advertirse de que la locura es tratar de repetir algo y esperar un resultado diferente, este tipo de pedestales son los que alimentan las segundas oportunidades.
Sin embargo, no puedo negar que soy una persona con anhelos y esperanzas. Por eso mismo, no puedo ignorar lo que siento, esa voz que me advierte que si no lo
intento me arrepentiré toda mi vida. Por eso, impulsado por esta pasión que me ciega, volveré a tratar de alcanzar mi hogar, Itaca, sin escuchar a todas las voces que traten de advertirme.
Y por eso, estoy aquí, de nuevo en mi barco, de nuevo en pie... De nuevo emprendiendo este viaje incierto, hacia la locura o la felicidad, pero guiado por lo que siento. Y es el motivo por el cual pedí estar atado al mástil del barco, porque estoy seguro de ello a pesar del canto de sirenas.