Para poder avanzar hay que morir. El problema reside en que el cuerpo y la mente están diseñados para vivir y de ahí la resistencia. Porque la sentimos como una derrota, aunque sepamos no que no es así, que esta bien y ha llegado la hora, la seguimos sintiendo como un fracaso. Este ciclo es eterno y, cómo el ave fénix, una vez muertos renacemos de nuestras cenizas para volver a crecer y volver a morir. No creo que haya forma de escapar salvo estancarse agonizando por miedo a lo que vendrá. La muerte es parte de la vida, y no hay que temer a la vida. Y, sin embargo, aquí estoy yo evitando pasar a la siguiente fase de esta rueda de reencarnación.
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